Su cabeza distraída bailaba en sueños distantes de algún pasado lejano. Su infancia tal vez. Pero sólo tal vez. Sus pensamientos se sometían a repeticiones diarias de lo que alguna vez pudo ser, siempre de la misma manera. Ella se los sabía de memoria, pero seguía disfrutando del encanto que le producían. Ensimismada en sueños que a lo mejor nunca se le iban a cumplir, ella era feliz. Feliz porque sólo eran sueños.
Si todo fuera alcanzable ¿dónde está la inmortalidad de la felicidad? Una vez hecho, hecho esta. Y esa placidez sólo dura algún tiempo, hasta que consigamos otra. No era su idea. Su idea era permanecer en su ello para poder aislarse del mundo por el tiempo que quiera. Colores extravagantes. Grandes Ideas. Toboganes sin fin.
Nadie puede quitarnos la imaginación. Nadie. Imaginar nos permite volar sin miedo a caer, hilar filas de sueños sin miedo a despertar. La imaginación no tiene variables medibles, no existen menos soñadores ni grandes imaginadores. La imaginación persiste el tiempo que queremos que persista, las ideas que se entretejen en la cabeza son tuyas. Y sólo tuyas. Se puede ser feliz eternamente en sueños.
Ella entiende a las personas que se abstraen, lo real no es normal. Se siente viva sólo en su cabeza, pero la verdad es que está muerta. Incomunicada. Los psicólogos la llaman autista. Nadie entiende por qué uno elige vivir así. Tratemos de imaginar.