jueves, 30 de octubre de 2008

Tibur, sabe y sabe como terminar historias.

Este cuento, es una historia que en principio no tenía fin, pero mi gran y queridísimo amigo Tiburcio Begue le puso un punto y aparte.

Te lo dije, se burlaba mi conciencia. Y tenía razón, yo sabía que hoy no era el día para despertarse, pero sino cuándo.
¡Ay! A veces me imagino porqué la conciencia nos habla después de hacer las cosas, o por lo menos a mi me pasa. Ella aparece siempre después de “lo hecho, hecho esta”.
Que injusticia cuando mi despertador con patas, mi papá, me levantó:”Vamos vieja, que estoy apurado” ¿Quién se puede levantar de buen humor así? Para empezar, no soy ninguna vieja, tengo años y estoy en pleno viaje todavía. Y después, interrumpe mi sueño cuando estoy a punto de besar a Martín. Debe ser que ni en sueños puedo cumplirlo.
Cuando llego al baño, rogando que por favor mis hermanos no hayan llegado todavía, veo la luz prendida. Mierda, maldecí. Encima, me tengo que aguantar que meen con la puerta abierta y sin levantar la tabla, “Ya te mudarás algún día” dije, tratando de calmarme, pensando que todavía era muy temprano para pelear. Entonces, sequé la tabla, hice pis, y procedí como de costumbre a la cocina. No sólo, que ya no me habían dejado tostadas, sino que ya se había acabado el café.
“Dale vieja, te dije que estoy apurado”, gritó mi papá del auto. Una vez en movimiento, pensé que las cosas se iban a calmar un poco. Pero no. El pie derecho de mi papá pesaba como veinte kilos ese día. En unas de sus maniobras, mi boca deja en libertad un “ooh”. Pero era ese “ooh” de cansada, de harta, de miedo y por todo lo que había sucedido desde que desperté. Fue entonces que mi padre abrió su boca y salió el sermón, entre gritos y palabras se escuchaban frases como: “Si no te gusta como manejo, te tomás el ómnibus ya”, “Si te hubieses apurado y levantado más rápido, no tendría que manejar así”. Entonces mi mente trató de pensar en algo neutral, en ese algo que piensan los hombres cuando están calientes, frente al todo el mundo, y no quieren que su miembro adopte otra forma. Pensé en el arco iris, en que si encontraba al enano dealer que tiene el tesoro y se lo robaba, podría comprarme el departamento en la cuidad. Pero no podría robárselo, claro que no, esos no eran mis principios. Aunque siempre y desde siempre existen los trueques. Un favorcito por acá y otro por allá. Pero, mujer, ¡¿Qué piensas?!
Entonces, se escuchó a mi padre que seguía enfurecido: “Y no quiero que te quejes más, con todo el esfuerzo que hago para…” Neutralicé mis pensamientos otra vez. Y pensé como mentía mi hermanito más chiquito, cunado decía que se dormía en la oveja 169. Mamá, para que se duerma le decía que cuente ovejas. Yo, por experiencia, sabía que contar ovejas era lo más aburrido del mundo, y que por lo general, cuando tenés sueño, los cuadrúpedos empiezan a golpear su cabeza contra la verja. Entonces, te sumerges en un sueño profundo.
Dejé mis pensamientos y le puse play a mi vida. Mi papá había terminado de sermonearme, pero era el turno de mi hermano. “Cómo te vas a olvidar la cartuchera, Marcos no podés ser tan irresponsable”, reclamaba mi papá sin el cinturón de seguridad puesto. ¿Qué ironía cierto? Bueno, muchos padres piensan que si chocan prefieren que les pase algo a ellos, y no a sus hijos. Pero para mí, no ponerse el cinturón era algo estúpido y que no entendía.
Como sentía que el ambiente no variaría mucho hasta que me bajara, decidí hacer de ese viaje un continuo circundar en mi pequeño mundo interior, puse Play. Allí estaba, con mi mirada perdida por al ventana y los pensamientos en lugares, aunque no me lo crean, impensados. No se como pasó, pero de repente mi mirada se perdió del todo y las pupilas adquirieron un peso inmanejable. Viajando, soñando, impensando ¿Qué tan lejos podes ir cuando ya estas más lejos de donde jamás estuviste? Pues ese día descubrí la respuesta.
Intentaré poner en palabras las sensaciones más variadas que jamás tuve hasta ese entonces. No fue solo un sueño, no fue solo el trayecto de mi casa a la facu, no fue la eterna discusión de papá con Marcos, no fue...es, es mi nueva realidad. Es este mundo que descubrí sin saber que estaba descubriendo un mundo. Por que está bien, mi conciencia no hablo aquella mañana, pero vaya que me dijo cosas en ese pequeño momento de lucidez inconciente.
Volví a mi sueño, después de todo era lo más lindo que me había pasado a lo largo del día. No voy a hacer una detallada lista de las cosas maravillosas que allí me sucedieron, pero sí, fue casi como siempre había querido que sea, con lujo de detalles y todo.
Así fue que me hice amiga de mi conciencia y empecé a escucharla más seguido, de tanto en tanto nos encontramos, hacemos un interesante intercambio de experiencias, yo desde mi perspectiva y ella desde adentro, me ayuda cuando las cosas no andan bien y hasta me tira una idea. Dicen que los publicistas tenemos que estar muy en contacto con ella, yo hago mi esfuerzo diario por permitirle uno que otro desliz y se esta volviendo cada vez mas divertido.
Es que esto de soñar despierta es como viajar, pero sin viajar, es saber que la “vieja” que me encuentro cada mañana en el espejo, de vieja solo tiene historia e ideas que contar, nada más que eso. Por eso, yo a mi conciencia la perdoné, esa mañana no habló, pero es que se estaba reservando la mejor parte. Desde ese día, tengo una nueva amiga.